
Esta musaraña de aquí, como ésas otras que viven escondidas en los establos y que son tan difíciles de ver, tiene siempre hambre de mirar. Le gusta el campo, el sol, las flores y los otros animales. Le gusta buscar en los grandes paisajes las pequeñas cosas, la luz, el color, la textura. Pequeñas bayas, briznas de hierba, letras pequeñas. Cualquier cosa puede convertirse para ella en una confortable, pequeña casa, en la que pasa muchos meses del año: hoy duerme debajo de una cama de hojas, mañana bajo una caja en el granero… la erótica doméstica tiene pocos secretos para este animalito sigiloso.
A esta musaraña en concreto, aunque sólo se moja con gotas de rocío, también le gusta el mar, y a menudo se pasa las horas muertas entretenida en el ir y venir de una ola. También le gustan las ciudades, sobre todo los rincones tranquilos, aunque haya de patear mucho para encontrarlos... y las fiestas, pero sólo ésas en las que el color, los perfumes y la música son más importantes que el ruido.
fm/rb
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