martes, 24 de julio de 2007

tibia

Las ocho de la tarde. Bajo un cielo de color almíbar, el agua tibia y plácida como una charca, la arena que empieza a refrescarse, la brisa densa y salina como un vapor carnal. El mar lame los pies de los caminantes en esta hora íntima, olas de mercurio perlado, ronroneando en sus piernas como un pequeño gato feliz.
Tiempo perfecto que quisiera estirar, alargar, minutos que quisiera que duraran horas… Aunque sé muy bien que es la evanescencia del arco que describe el sol frente a mis ojos la que conforma el corazón del verano, y su intensidad. La que a esta hora transfigura el mundo y convierte el verano en un minuto de felicidad perfecta, fugaz e inapresable.

“Y la caída de la tarde casi duró un verano.”
Manuel Padorno en Días como años.

“Tiempo de isla: se cuenta por mágicas cifras”
Pedro Salinas.


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